Tardé unos años en darme cuenta de que estoy comprometida con la VIDA. Pero antes de sumergirme del todo en este camino de plenitud placentera hacia mí misma tenía que sanar la relación con mi MADRE, la biológica y la que vive dentro de mí. Gracias al destino y mi intuición me apunté a la formación “Madres Doulas” (mujeres que acompañan a mujeres-madres en todo el proceso perinatal). Este encuentro con la MADRE resultó ser una revolución interna para mí, un paso esencial hacia el despertar de mi conexión con el mundo de las mujeres que siempre me había provocado un cierto malestar. Empecé a sentir con el corazón y el útero lo que realmente significa SER mujer. Sin miedo ni competividad ni envidias. Desde entonces estoy experimentando encuentros mágicos con otras mujeres que se convierten de forma natural en cómplices, hermanas y amigas.
Ya unos años atrás había empezado a dar, sin saber muy bien por qué, un cambio a unos patrones mentales y emocionales que ya no me eran favorables en mi camino del despertar como mujer. Dejé una larga relación de pareja (que me resultaba cómoda y segura), un trabajo fácil y bien pagado y unos apegos no tan saludables (miedo al abandono, desconfianza...). Mi buena estrella me guió hacia el estudio de las Terapias Naturales que, más adelante, me abrieron puertas hacia otras vías de sanación de las que nunca había sospechado que podrían ser adecuadas para mí como “partera” de salud y bienestar. Y aquí estoy ahora: acompañando a personas, sobre todo mujeres, en su viaje hacia el centro de su Ser. Una doula que, en el sentido simbólico, sirve amorosamente a toda mujer que siente la necesidad de transformarse para que salga a la luz y florezca su verdadera esencia y misión en la Tierra.
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