Soy como una hada de los bosques que te canta, mece y protege desde el misterio íntimo de la noche estrellada. Una acompañante del viaje hacia el centro de tu verdadero Ser. Los milagros de una sanación se producen de forma suave y natural. De hecho, es raro cuando no ocurren.


2 de marzo de 2012

*Una gran luz blanca

Volví a la cama desde donde se ve un trozo de cielo. Acompañada por algunas canciones de “Tous les Matins des Monde”, una música que había sido muy importante para mi en otra época de transformación. Estuve mirando el cielo y empecé a notar que mi cuerpo perdía peso, que se volvía cada vez más liviano. Me vi tumbada con las manos en mi corazón, en una posición de oración, algo muy antiguo, egipcio quizá. Estaba toda yo bañada en una luz blanca. Una luz blanca tan blanca que parecía que ya no estaba yo allí. Un blanco muy intenso, como cuando se quema una foto por exceso de luz. Tuve que cerrar los ojos. Sentí un círculo vibrante entre los ojos. Los límites de mi cuerpo se difuminaron y veía una especie de vapor blanco caliente que me envolvía. Este vapor era una cortina de infinitas y minúsculas gotas de agua que salían de mí. Y toda yo estaba quieta y a la vez sentía una vibración sutil constante en todo mi ser. Me entregué.

Fue un gran placer, una sensación de iluminación que venía de otra parte, sentí esta luz como una Madre Espiritual, una guía que había bajado del cielo para saludarme. Fue hermosísimo. Después entré en un estado un tanto inquietante con cambios rápidos entre vigilia y sueño. Me vinieron muchas imágenes, entre ellas una de muy poderosa que era como me alejaba yo de la tierra y veía Gaia desde arriba, desde un satélite. Qué Madre más hermosa que tenemos! Majestuosa, con mucho azul y verde, y envuelta con una capa de nubes blancas. La vi en todo su esplendor.

Y en algún momento sentí una gran calma, todo dejó de moverse para entrar en una quietud silenciosa. En letras muy grandes de indicador de carretera leí: EL RETORNO A CASA. Eso es todo. Creo que ese todo es mucho más simple que nos lo imaginamos. Estamos aquí para volver a casa, a la Gran Casa, a la fuente de nuestro nacimiento verdadero. Y entre nacimiento y nacimiento vivimos de forma inconexa, alocada, caótica. Y morimos infinitas veces, si tenemos suerte. Si somos afortunados sentimos el dolor de morir para despertar a la vida. Entonces el caos se transmuta en quietud, la locura en serenidad, la inconexión adquiere un sentido. Entonces todo está bien. Todo se vuelve sencillo y bello.

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