Volví a la cama desde donde se ve
un trozo de cielo. Acompañada por algunas canciones de “Tous les Matins des
Monde”, una música que había sido muy importante para mi en otra época de
transformación. Estuve mirando el cielo y empecé a notar que mi cuerpo perdía
peso, que se volvía cada vez más liviano. Me vi tumbada con las manos en mi
corazón, en una posición de oración, algo muy antiguo, egipcio quizá. Estaba
toda yo bañada en una luz blanca. Una luz blanca tan blanca que parecía que ya
no estaba yo allí. Un blanco muy intenso, como cuando se quema una foto por
exceso de luz. Tuve que cerrar los ojos. Sentí un círculo vibrante entre los
ojos. Los límites de mi cuerpo se difuminaron y veía una especie de vapor
blanco caliente que me envolvía. Este vapor era una cortina de infinitas y
minúsculas gotas de agua que salían de mí. Y toda yo estaba quieta y a la vez
sentía una vibración sutil constante en todo mi ser. Me entregué.
Fue un gran placer, una sensación
de iluminación que venía de otra parte, sentí esta luz como una Madre
Espiritual, una guía que había bajado del cielo para saludarme. Fue
hermosísimo. Después entré en un estado un tanto inquietante con cambios
rápidos entre vigilia y sueño. Me vinieron muchas imágenes, entre ellas una de
muy poderosa que era como me alejaba yo de la tierra y veía Gaia desde arriba,
desde un satélite. Qué Madre más hermosa que tenemos! Majestuosa, con mucho
azul y verde, y envuelta con una capa de nubes blancas. La vi en todo su
esplendor.
Y en algún momento sentí una gran
calma, todo dejó de moverse para entrar en una quietud silenciosa. En letras
muy grandes de indicador de carretera leí: EL RETORNO A CASA. Eso es todo. Creo
que ese todo es mucho más simple que nos lo imaginamos. Estamos aquí para
volver a casa, a la Gran Casa, a la fuente de nuestro nacimiento verdadero. Y
entre nacimiento y nacimiento vivimos de forma inconexa, alocada, caótica. Y
morimos infinitas veces, si tenemos suerte. Si somos afortunados sentimos el
dolor de morir para despertar a la vida. Entonces el caos se transmuta en
quietud, la locura en serenidad, la inconexión adquiere un sentido. Entonces
todo está bien. Todo se vuelve sencillo y bello.